domingo, 1 de junio de 2008

Homenaje a Darío Betancourt Echeverry


…Voy a comenzar con el poema de una de sus estudiantes:Poema al profesor de la Esperanza…॥…En el noticiero , en la radio, en la calle:Estás desaparecido,En un anonimato de incertidumbre para miles de reossilenciosos para el mundo, junto a miles de muertos que caminan desnudos, junto a nuestro pensamiento y a nuestros miedos
Ahora te vemos en la nada del recuerdo,porque tu presente no existe para nosotros,॥vida
इन्कांक्लुसा finalizada en puntos suspensivos…arrebatada del escrito y del programa.No sabemos donde estásno sabemos a donde vas,estás desaparecido….
Muchas mentes, muchas voces,muchos recuerdos se agolpan y corroen,queman y entristecen a la Facultad;a la gran academia de Tu mundo.
Luego se repite la pregunta,¿dónde está?para oír nuevamente la respuestaestás….desaparecido.como alma vagabundacon una conciencia dormida, que camina y corre sin saber quién es.
Miles de letras se quedaron suspendidas en el limbo….miles de palabras silenciadasse quedaron en la muerteesperando que no sea la TUYA porque sólo estás DESAPARECIDO

Este texto fue escrito con el apoyo de los amigos y alumnos de Darío Betancourt, especialmente Javier Guerrero, Mario Aguilera, Crisanto Gómez, Renán Vega, Victor Manuel Prieto, Absalón Jiménez)

Darío BetancourtEl pasado miércoles 8 de septiembre dimos sepultura a sus restos. Terminaban así más de tres meses de zozobra y angustia en una extraña desaparición que aún está por aclarar. Pero también se daba punto final a una brillante trayectoria académica y humana de fugaces 46 años.
Darío nació en Restrepo (Valle), región a la que siempre estuvo ligado vitalmente y en sus temas investigativos. Cursó estudios de pregrado en sociales en varias universidades de la capital para graduarse en la Universidad Libre. Luego hizo parte de la primera promoción de la maestría de Historia en la Universidad Nacional a mediados de los años ochenta. En la actualidad estaba culminando su Doctorado en la Escuela de Altos Estudios de París bajo la tutela del profesor Daniel Pecaut. Aunque ejerció la docencia en muchos centros educativos, en el momento de su desaparición era profesor de la Universidad Pedagógica.
Persona inquieta y rebelde en el mejor de los sentidos, Darío era un estudiante que no pasaba desapercibido en las aulas de clase. Así a veces sus polémicas estuvieran acompañadas de cierta vehemencia, nunca fue intolerante. Por el contrario gustaba alimentar amistades dentro y fuera del mundo académico. Como maestro era riguroso en su cátedra pero compinche a la hora del tinto. Ameno conversador y dicharachero, Darío gozaba de gran prestigio entre sus discípulos no sólo por la seriedad con que asumía la docencia sino por la calidad humana que siempre exhibió. Con los colegas era un poco más duro en los momentos de debate, en especial si eran de generaciones más veteranas, pero igualmente cordial y atento a conseguir el consenso cuando así se requería.
El tema de la violencia en el país, y en particular en su amada región, lo obsesionaba y a él le dedicó largos años de investigación que fructificaron en tres libros. Pero más que la violencia en abstracto, le interesaban los actores que la ejercían y ejercen. Por eso estudió a los cuadrilleros y pájaros de los cincuenta así como a los contrabandistas y mafiosos de años más recientes. Su afán no era tanto describir algo que más o menos los colombianos conocemos por las noticias diarias, sino interpretar, desde un actor o una región, esa cadena de muertes que paradójicamente lo envolvió también a él.
Darío, sin embargo, incur-sionó en otros temas como el relativo a la docencia de la historia en la escuela colombiana. En una clara proyección de su labor pedagógica, hizo un penetrante análisis de la enseñanza de la historia en el país así como importantes propuestas que están aún por implementarse.
De Darío Betancourt nos quedan más de cuatro libros, abundantes artículos y especialmente los recuerdos de su calidad humana y académica. Su mirada penetrante y su sonrisa entre irónica y amable no se borrará fácilmente en las mentes de sus dos hijas, de sus innumerables estudiantes y de sus colegas. Paz en su tumba.

Es difícil hablar de la obra de los muertos que se fueron por causas "naturales". Es mucho más difícil hablar de la obra de quienes se han ido por la demencia de los que aún quedan vivos. Es difícil hablar de la obra terminada de un autor. Es muy difícil hablar de la obra que no pudo ser. Es difícil hablar de una obra inconclusa cuando toca temas cercanos a los nuestros. Y es aún más difícil hablar de la obra inconclusa cuando, como en este caso, ella hace parte de la nuestra, a tal punto que resulta imposible precisar en que medida hubiéramos podido estar en empresas conjuntas, o hasta que punto sus trabajos futuros hubieran incidido en los futuros nuestros, los hubiera modificado, complementado o desmentido para bien del conocimiento de nuestro país y de la disciplina histórica. Algo, pues, con Darío Betancourt le ha sido arrebatado a los estudios de la violencia, algo con él le ha sido arrebatado al desarrollo y a la enseñanza de la historia .
Estas notas son pues una invitación a continuar la obra de los muertos que aquí evocamos. Al fin y al cabo esa es la tarea de los vivos prolongar la memoria de los que han partido antes. La memoria y la historia , lo sabemos , son esencialmente selectivas. Olvidan muchas cosas. No hay que aceptarles pasivamente ese papel… a la memoria y a la historia hay que pedirles que revivan cosas. Esta será entonces una velada de reminiscencias.

Darío no era solo un estudioso, era un militante de la historia y un rebelde nato. Como alumno Darío era al mismo tiempo tremendamente incómodo y tremendamente estimulante. Espero que no se entienda como expresión de arrogancia de mi parte si digo que su tesis de maestría sobre lo pájaros y las cuadrillas en el Valle era un debate abierto con mis tesis sobre el bandolerismo y mis periodizaciones de la Violencia.. Y presiento que con Daniel Pecaut tenía una similar relación, de admiración y de insubordinación. Eso era lo que animaba su sentido de creatividad un afán de ruptura permanente con sus maestros. Y eso no se traducía en resentimientos o en pérdida de la amistad. Una o dos semanas antes de su desaparición le había devuelto con comentarios fuertes un trabajo que preparaba para una publicación colectiva y temática sobre Colombia, en los Estados Unidos. Su respuesta como siempre fue tranquilo Gonzalo…yo le trabajo a eso. No le dieron el tiempo de terminarlo…..En el lanzamiento de su último libro fui particularmente severo en su propio territorio, la Universidad pedagógica, a tal punto que alguien distinto a él me reclamó por mi dureza. Darío escuchó atento y se mostró receptivo… . Pero una semana después me buscó y me dijo…sus criticas me dejaron pensando…. y comenzó el debate…, fue sacando uno a uno los argumentos que se le habían quedado atragantados en aquella tarde de tertulia de la Pedagógica.…. Mi relación de amistad con él era pues de intercambio y controversia permanente.. "Discrepar, como se dijo esta mañana citando a Flores Galindo, era una buena forma de aproximarnos".
Pero entendámonos bien desde el principio. Darío Betancourt no sólo escribió textos de historia . Fue un Educador obsesionado con el quehacer mismo del historiador , como instrumento liberador, en tres planos la historia como acción política, la historia como empresa pedagógica, y la historia como tarea crítica. Veamos con más detalle cada uno de estos tres ejes
La historia como acción política
- El oficio de historiador estaba ligado para Darío , ante todo, a un sentido de compromiso, que se advertía en la escogencia de sus temas y en su esfuerzo de vinculación del producto historiográfico a las luchas populares, preocupación muy patente desde uno de sus primeros escritos, aquél sobre Ideología y Revuelta de los Comuneros.…No es por supuesto la única obra en la cual se percibe este rasgo. Porque Darío repito no era solo un estudioso , era un militante de la historia . Hacía parte de una corriente profesionalizada y fortalecida con el diálogo interdisciplinario que escribía con una funcionalidad declarada tratárese de la Historia colonial, republicana, o contemporánea, hacía Historia para el presente. Nutría de pasado, es decir de memoria, a los actores sociales y políticos de hoy.
- Esta vocación política de su trabajo de historiador se hace patente también en su obra a través de la centralidad del conflicto, el cual explora en todas sus etapas, modalidades, y estructuras organizativas desde la Colonia hasta hoy , y desde lo local hasta lo nacional, pasando por lo regional. Darío se ocupó de un campo de la reflexión contemporánea, la violencia, sobre el cual la producción y la información , masivas, se están volviendo prácticamente incontrolables. Trató en consecuencia obsesivamente de ponerle orden a uno de los núcleos temáticos que la investigación histórica de nuestro país tenía abandonado y que en el prólogo a su libro sobre Matones Y Cuadrilleros llamé los Contras del proceso social y político, es decir, ese mundo de los contrahéroes, al cual pertenecen Pájaros-paras-Narcos y traquetos que él exploró desde las altas cúpulas organizadoras e inspiradoras hasta su intermediarios, y ayudantes instrumentalizados…De eso se venia ocupando des de cuando lo conocí ; y a eso se dedicaba todavía bajo la dirección de Daniel Pecaut, tratando de escudriñar las regularidades y diferencias con otras experiencias internacionales. Quizás deba subrayarse que a diferencia de su coterráneo Alvarez Gardeazábal, que trató de hacer tales personajes entendibles, Darío los exponía a la condena pública y al escarnio poniendo en evidencia sus pequeñeces, sus mezquindades, sus cobardías, sus depravaciones, sus atrocidades. La suya era una Historia -Denuncia. Su combate por la historia , si se me permite parodiar el lema de Lucien Febvre, era levantar prontuarios. Para Darío la historia no podía tener complicidades con el pasado…con los silencios interesados.
Queda claro que su empeño por hacer historia no obedecía a un impulso de repliegue sobre si mismo , o de huída a un mundo lejano del presente, esa especie de síntoma de neurosis o de forma de evasión que el gran medievalista Georges Duby considerara tan inherente al trabajo de historiadores y antropólogos . No. En Betancourt el pasado solo tenía sentido en tanto permitiera resignificar el futuro. La apuesta por la historia era una apuesta por la transformación de la sociedad vigente, que fue silenciada por aquellos que no desean ver el mundo desde otras opticas. http://www.elespectador.com/opinion/columnistasdelimpreso/alfredo-molano-bravo/columna-desaparicion-forzada

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